IQT , noticias Viernes, 16 septiembre 2016

«Señor Cioran»: la izquierda revolucionaria de los ochenta retratada en un libro

Paco Bardales

Amazonía,cine, literatura,periodismo, OVNIS. Miembro del gran combo charapa pop. Búscame en Twitter: @pacobardales y @DiarioIQT

Recientemente ha sido publicado «Señor Cioran»,  libro de Luis Eduardo García, poeta, narrador y periodista trujillano.

El libro, ganador de uno de los premios de la Fundación para la Literatura Peruana del 2015, desarrolla cuatro historias en paralelo, la de jóvenes que creen en una utopía revolucionaria y usan este nombre, el de Cioran, para reconocerse en la clandestinidad.  Es,  de algún modo, un retrato del idealismo juvenil universitario durante las décadas de los 80 y 90 en el Perú, una revisión de las convicciones ideológicas de aquel entonces.

Conversamos en extenso con Luis Eduardo García sobre el proceso de creación  y algunos aspectos estructurales del libro.

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«Señor Cioran» aborda los dilemas de los jóvenes revolucionarios de izquierda de los años 80 y 90 en el Perú.

¿Cómo nace el libro?

Las historias de Señor Cioran tienen como escenario Trujillo en las difíciles décadas del 80 y el 90 del siglo XX. Nunca me propuse escribir una historia sobre la violencia política del Perú, sino simplemente una historia que tuviera como punto de partida los años que viví como estudiante universitario en Trujillo, en medio de un país quebrado por la inflación, las bombas de Sendero Luminoso, la corrupción del gobierno de Fujimori y la crisis institucional. En medio de este escenario, el idealismo, por un lado, y el amor, por el otro, son como esas plantas que crecen en medio del desierto y que sirven para confirmarnos la terca presencia de la vida en medio de enormes dificultades. Las historias fueron saliendo de manera natural, sin ningún afán literario de moda ni menos para estar al día con las tendencias editoriales. Fluyeron simplemente en la medida en que estuvieron siempre alojadas en mi inconsciente como algo muy fuerte que debía liberarse a través de la escritura.

¿Es básicamente una evocación de la biografía o más bien es una indagación en mecanismos y en relaciones a través del tiempo?
El escritor anglo-pakistaní Hanif Kureishi es autor de un hermoso libro, Soñar y contar, en el que realiza un análisis fino y conmovedor sobre el acto de escribir, así como de las motivaciones que llevan a alguien a ejercer la profesión de escritor. Dice Kureishi que Anton Chejov tiene razón cuando sostiene que los actos más profundos y extraordinarios provienen de las experiencias que vivimos en lo cotidiano, lo corriente. El arte, en este sentido, consistiría en transformar lo insignificante en algo significativo o que vale la pena. En los años 80 y 90 que vivió mi generación, lo banal, lo cotidiano era la violencia, con cuyo horror habíamos aprendido a convivir. Toda literatura es, en cierto sentido, autobiográfica, lo cual no significa que tenga que ser necesariamente real, aunque sí verdadera. Estoy próximo a cumplir cincuenta y tres años y tengo la sensación de que es el momento adecuado para hacer realidad mi sueño de ser un novelista. Que sea uno bueno o malo, el tiempo y los lectores lo dirán. En todo caso, procuro ser auténtico y ponerle cariño a lo que escribo.

El libro le debe el título a Emil Cioran, ¿qué más le debe, en términos formales y estructurales? 
La novela tiene como título Señor Cioran, pero no cuenta la vida del filósofo rumano. Él está presente en las cuatro historias de la siguiente manera: como contraseña que los idealistas usan para reconocerse en la clandestinidad, mediantes las citas de su pensamiento escéptico que sirven como telón de fondo pesimista sobre lo que pasa en ese momento en el Perú, como un mecanismo para que un grupo de idealistas permanezca anclado en la realidad y como el héroe literario de uno de los protagonistas.

¿Qué le debe Luis Eduardo García a Cioran?
En términos formales y estructurales, le debo muy poco a Emil Cioran. Tal vez en la visión que tenía de la realidad y la vida, mucho. Él no produjo un sistema filosófico, sino libros de aforismos, ideas resumen en las que no se puede rastrear procesos de pensamiento, sin embargo estas ideas son muy influyentes, aunque él no sea un escritor muy conocido. Nada más opuesto que Cioran al espíritu de autoayuda de estos tiempos, a la idea de que el éxito y la felicidad se consiguen mezclando un poco de visión empresarial con otro poco de budismo zen y una pizca de voluntarismo y liderazgo. Este filósofo rumano es, como digo, una manera de anclarnos a la realidad, de no perder de vista que la vida es un sinsentido por más que tratemos de cambiarla. Cioran quería ser nadie en un mundo en el que todos caen seducidos por “el maldito yo”.

Eres un escritor no limeño, en el sentido que has hecho alguna parte de tu trabajo desde Trujillo, ¿cómo ves el panorama de la literatura no producida ni editada desde Lima?
Siempre me he preguntado cómo ve o siente la literatura un poeta o un narrador que lee, escribe, trabaja y vive en Trujillo. Toda respuesta, supongo, se enmarca dentro de un contexto puramente personal y ella tiene que ver mucho con la manera como cada uno entiende el fenómeno literario, lee, publica, viaja o cultiva su autoestima.
Debido a que el Perú es un país política y económicamente centralista, el proceso literario —dicen los estudiosos— repite esta estructura de poder: un centro que acapara todo y una periferia que pugna, sin ninguna posibilidad de éxito, por conseguir un pedazo de los privilegios de ese centro.

¿Habrá una suerte de «centralismo» literario?
Según Washington Delgado, la dicotomía centro-periferia no ha sido estática en el Perú. El centro unas veces ha estado en provincias (como en los años 20 del siglo pasado) y otras veces, como ahora, ha estado en Lima; es decir, ha fluctuado cada cierto tiempo a causa de factores políticos, económicos y sociales. Por otra parte, no hay que perder de vista que así como Trujillo es la periferia de Lima, esta es a su vez la periferia de México y esta la periferia de París o Nueva York.
En todo caso, creo que un poeta o un narrador que vive en Trujillo piensa y siente la literatura tan igual como el poeta y narrador que vive en cualquier lugar del mundo. Iván Thays dice que solo existe una forma de ser escritor peruano: vivir en el exilio, sea este interior o exterior. En el primer caso, supone parapetarse en una cueva periférica y defenderse a como dé lugar de la hostilidad del mundo. En el segundo caso, consiste en marcharse del lugar de origen para vivir (y escribir) en un lugar del centro. Supongo que los poetas y narradores que escriben en Trujillo padecen una especie de exilio.
Creo que es fatal sentir o pensar como un provinciano, como un tercermundista o como un rezagado. Vivimos en la periferia, alejados de los centros culturales del mundo, pero esto no quiere decir que lo que escribamos no tenga valor. La globalización podrá haber fracasado en su intento de convertir al mundo en una aldea verdaderamente global; no obstante, no ha matado la creatividad y la imaginación, que son más fecundas donde más limitaciones técnicas y materiales existen. Toda literatura debe aspirar a ser universal.

Tu trayectoria está muy marcada por la poesía, ¿cuán importante ha sido tu formación como poeta en el trabajo narrativo de este libro?
Creo que le debo a la poesía, por un lado, la fascinación por el lenguaje, la síntesis, el exponer las ideas con la mayor condensación posible; y por otro lado, la manera de ver la realidad, con los ojos de la transustanciación digamos.
La poesía, dicen, vive encerrada en sí misma, en un ghetto, en una isla en la que lectores y poetas intercambian roles hasta el aburrimiento. Esta afirmación es relativamente cierta verdadera. En algún momento de la historia, la poesía perdió el contacto con la gente, se alejó de sus simpatías y se quedó encerrada en sus aposentos. A su lenguaje le salieron patas de gallo y canas por doquier, y casi nadie hizo algo para evitar este envejecimiento prematuro.  La novela no se dejó ganar por la molicie ni por el ritmo del mundo moderno. No sucedió así con su primo hermano el cuento, que se “atrincheró” en una zona entre visible y oscura, en que sobrevive hasta ahora más o menos cómodo. La novela, en cambio, cambió de look y salió en busca de nuevos espacios. Nacida en el siglo XIX como expresión de la burguesía, en el siglo XXI es una expresión democrática de la cultura. Así, hay novelas de todo tipo y para todos los gustos.
Pero a lo largo del tiempo no solo han cambiado la poesía y la novela. También lo han hecho los lectores. Antes, estos accedían por igual al pensamiento abstracto como al concreto, a los versos como a la prosa, a lo trascendente como a lo banal. Se deja entonces de lado aquello que no encaja con la urgencia de lo concreto, con lo que entretiene sin exigirnos demasiada imaginación, con lo que divierte sin replantearnos la existencia y con lo que da placer sin pedir nada a cambio. No se requiere de mucho esfuerzo para comprobar una de las tantas verdades del mundo contemporáneo: los lectores se han vuelto superficiales. Con el colapso de la trascendencia literaria ha caído también la poesía y con ella las emociones que le son inmanentes. Sin embargo, persiste su maravillosa vinculación con el lenguaje y su misteriosa aproximación a la belleza, las dos cosas que más le debo a ella.

¿La revolución de ayer, a la que alude el libro, es más bien una anécdota solamente?
En realidad, mi objetivo es ofrecer en la medida de lo posible un retrato conmovedor y grotesco de la condición humana y el idealismo juvenil universitario durante las décadas de los 80 y los 90 en el Perú, una revisión entre serena y pesimista de las convicciones ideológicas, así como una apuesta a favor de la racionalidad y la sensatez como fórmulas para acabar con el odio y la enemistad que destruyen a las sociedades debilitadas por la indiferencia y el egoísmo.

¿Cuál es tu opinión crítica de aquel panorama histórico y social que narras en este libro?
Es una época muy sombría para el Perú, la cual ha dejado muchos heridas abiertas y otras y medio cerrar. Necesitamos mirarnos al espejo de la alteridad y reconciliarnos con nosotros mismos. Pero para ello es indispensable saber toda la verdad, aceptar culpas, hacer justicia con las víctimas (de todos los lados), redimir los dolores y asumir esto como una etapa superada de nuestra historia.

¿Qué tipo de influencias literarias y no literarias has tenido al momento de escribir el presente libro?
No soy muy consciente de esto, pero supongo que mi gusto por Emil Cioran, Fernando Pessoa, novelistas como Ernest Hemingway, J.D. Salinger y narradores contemporáneos como Mario Vargas Llosa, Paul Auster, Javier Cercas, Ricardo Piglia o John Banville, por poner unos ejemplos, se dejará traslucir a la hora que he escrito mi novela. Respecto a las influencias no literarias, supongo que la música (el jazz, sobre todo) y mis lecturas sobre la realidad peruana han marcado mi visión a la hora de narrar las cuatro historias simultáneas que integran mi novela Señor Cioran.

¿Algún próximo proyecto literario?
Sí, espero concluir dentro de poco una novela cuyo protagonista es un escritor acosado por sus fracasos amorosos y su fascinación por la belleza. Tengo en mente también reescribir una novela que escribí cuando era estudiante universitario y que está basada en la vida de una persona (mi padre) cuya vida gira entorno a su predilección por el cine mejicano, los boleros y el fútbol. Vamos a ver cómo termina todo esto, pues un narrador se guía más bien por la intuición antes que por las señales del camino.

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Luis Eduardo García ha ganado el concurso El Poeta Joven del Perú. Ha escrito seis libros de poesía y dos de cuentos. «Señor Cioran» es su primera novela.

Señor Cioran se presenta este martes 20 a las 7 p.m. en la Casa de la Literatura Peruana, con la presencia de García, además de los comentarios de Fernando Obregón y Juan de la Fuente Umetsu.

Paco Bardales

Amazonía,cine, literatura,periodismo, OVNIS. Miembro del gran combo charapa pop. Búscame en Twitter: @pacobardales y @DiarioIQT