Recordando a Eduardo Chirinos, poeta esencial

Fuente: Poesía en Abril

La primera vez que leí a Eduardo Chirinos, estaba en la universidad. Lo encontré en una antología ya clásica, Infame Turba.   Hurgué un poco más dentro de su trabajo. Un poema, en particular, me golpeó. Era «Raritan blues«. Desde entonces, siempre recito, de memoria, sus versos finales:

Dicen que el río es la vida y el mar la muerte.
He aquí mi elegía:
un río es un río
y la muerte un asunto que no nos debe importar.

(Resulta brutal el poder del primer encuentro de un lector con los versos que le impactan de un poeta).

A partir de Raritan Blues, seguí con interés a  Chirinos, tanto como poeta de la Generación del 80, periodista y académico. Pero, además, lo recuerdo por obras muy puntuales.

Lo recuerdo por un libro muy particular, «Breve historia de la música», ganador del premio Casa de América de Poesía.

Lo recuerdo por el agridulce poema con límite de tiempo.

Recuerdo a Chirinos por la sorprendente reedición de  «Cuadernos de Horacio Morell«.

Edición reeditada de Cuadernos de Horacio Morell, de Estruendomudo.

Recuerdo a Chirinos por el alucinante «Ol-Ki-Ol»:

Chirinos ha muerto hoy miércoles, a los 55 años, víctima del cáncer. No puedo dejar de recordar aquella tarde que descubrí su poesía, así como el contexto, la geografía sentimental del momento. Como lector suyo, me siento afectado.

Momento ideal para recordar fragmentos de uno de sus poemas que más me gusta, Retorno de los Profetas:

(…)Los profetas han muerto.
Nadie ahora nos engaña, nadie nos confunde, nadie
nos dice la verdad, y estamos solos.
Estamos solos esperando la señal que nos indique
dónde hemos de ir para honrar con dolor a los profetas.

PD1: Lee 6 poemas recientes en Buensalvaje.

PD2: Escuchemos a Chirinos recitando el inmenso poema olvidado en el asiento de un taxi: